La historia más bella jamás contada. España se proclamó con total merecimiento, incluso con total autoridad, campeona de la Eurocopa de naciones 2008. Redondeó el mejor torneo de su historia, puso color al título de 1964 y consiguió la corona que su selección merecía. No ha habido un solo equipo superior al español de cuanto se cruzaron en su camino, ni uno solo con mejor fútbol de cuantos han participado en Suiza y Austria. España es al fin campeona. ¡Por fin! ¡El sueño se hizo realidad! Casillas levantó el trofeo, Villa fue el máximo goleador, Torres dará la paz a Marcelino y la selección dejará de pensar que hay equipos mejores. No los hay.
La selección española hizo añicos su extraña tradición dramática para dar el paso que tenía que dar, el paso que su fútbol estaba obligado a dar, el paso que separa a los buenos equipos de los equipos campeones. El siglo XXI empieza a colocar a España en el lugar que merece, en el lugar que sus clubes disfrutan y han disfrutado, en el lugar que distingue a los buenos de los mejores. Y España es, ha sido, la mejor.
Para cerrar un torneo irrepetible, inolvidable, sideral, España derrotó a Alemania con todo lo que se puede pedir a un equipo: Fútbol, defensa, ataque, serenidad, aplomo, convicción. Todo lo hizo bien. Sólo faltó que su bárbara superioridad quedara reflejada en un marcador más claro. Qué más da. ¡España es campeona!
Superado el listón psicológico de cuartos de final, ya no ha habido quien pare a esta selección. Qué lejos quedan las dificultades para participar en este torneo. En cierto modo, recuerdan a la Dinamarca que maravilló en 1992. No por su clasificación, sino por el hecho de que pocos confiaban de verdad en una selección que después puso el torneo patas arriba. Como España. ¿Quién podía imaginar que con un cruce posible ante Holanda, Francia o Italia, España sería favorita? ¿Quién esperaba que Italia involucionara 15 años para ofrecer su peor cara? ¿Quién apostaría por unos penaltis así? ¿Quién contaba con que Rusia daría el zarpazo del torneo para presentarse ante España en semifinales como un lindo gatito? ¿Quién soñaba con que Alemania no alcanzara ni de lejos el nivel que podía haber alcanzado de no tener enfrente al equipo más serio que se ha visto en años?
Y eso que España no empezó cómoda. Nada cómoda. Alemania impuso su estilo de salida, con mucha autoridad en el juego, mucha potencia, buenas dosis de llegada y la convicción que les caracteriza. La selección se sintió un tanto intimidada. En diez minutos dio tantos pelotazos como en todo el torneo. Sin conseguir tocar, el ritmo es alto y es alemán, y obliga a España a jugar a contraestilo.
Poca posesión, muchas prisas, balones largos, como queriendo que Alemania no tuviera la libertad de adelantar tanto sus líneas, como advirtiendo a su rival de que si adelantaba demasiado su defensa para presionar arriba y tener el control se arriesgaba a un contragolpe demoledor.
Totalmente. En el minuto 12 España olvidó el pelotazo y se puso a construir. Alemania tuvo que guardar un poco más el sitio, pero no lo bastante. Cada pase en profundidad de Cesc, Xavi o Iniesta, básicamente buscando a Torres, desnudaba a una pareja de centrales con la punta de velocidad de un tractor.
En cuanto España tiene el balón explota el punto débil alemán, la velocidad a la espalda de sus centrales. En un primer intento, al cuarto de hora, Xavi mete en profundidad para Iniesta y el centro de éste lo desvía hacia dentro Mertesacker obligando a Lehmann a una notable parada para evitar el gol. Fue el primer aviso. El segundo, un centro de Sergio Ramos que Torres envió al poste derecho.
La selección empezaba a gustarse a pesar de los evidentes problemas que le causaba Alemania insistiendo una y otra vez por la parte izquierda de su ataque, el flanco derecho de la defensa española. Sergio Ramos estaba desbordado y las múltiples ayudas de Puyol, Silva e incluso Senna parecían insuficientes.
De tanto avisar, España golpeó, y lo hizo con dureza. Pasada la media hora, un pase imposible de Xavi lo convierte Torres en oro. En clarísima desventaja ante Metzelder y Lahm, el central asume que la velocidad del lateral es suficiente, pero el punta español aprovecha un descuido en carrera del zaguero alemán para robarle la cartera y alcanzar el balón antes que Lehmann, picando con estilo para lograr lo que todo el mundo soñaba, abrir el marcador ante Alemania.
Un par de intentos más y España empieza a pensar que el receso es su aliado. Alemania aprieta y aprieta, pero no logra una ocasión verdaderamente clara, y el descanso llega sin más sobresaltos que los que provoca Ballack, con una brecha y un altercado en el que el árbitro, el italiano Rossetti, alarga la sensación general de que ante la duda, la más teutona, y amonesta merecidamente al capitán alemán y a Casillas no se sabe muy bien por qué. Máxime cuando se había ahorrado un par de tarjetas a los jugadores alemanes sin explicación posible.
El segundo acto comienza con Alemania reforzando su maltrecha defensa. España cede metros pero carga la escopeta. Torres, con un partido al nivel que se espera de una estrella, amarga la noche a los zagueros germanos y permite llegadas, posesión y un apoyo siempre. Lehmann se adelanta al delantero madrileño en el 55 en el calco del tanto del primer tiempo.
España es imparable y Alemania se la juega con un segundo delantero. Empuja y empuja para intentar derribar a un equipo muy serio, pero que muy serio, que sólo en un par de ocasiones se atreve a jugar con la suerte y a tentar al rival para que tuerza un guión milimetrado. Casillas le quita un balón de gol a Kuranyi, la presión sube y Luis mueve ficha con la sabiduría que le ha caracterizado en esta Eurocopa. Entra primero Xabi Alonso por Cesc y enseguida Cazorla por Silva. Pierde llegada, pero gana presencia, defensa, circulación y anula la superioridad que Alemania acaba de lograr en la línea de tres cuartos.
Así, España vuelve a ser la que manda de inmediato. Frings saca bajo palos un disparo de Iniesta, el manchego pisa área y tiembla el imperio. Alemania ya no sorprende y Luis insiste en su modelo: Güiza por Torres. El jerezano da velocidad arriba y recupera las salidas en largo que tanto daño hicieron en el primer tiempo. Cazorla está fresco, Xavi e Iniesta no descansan, Senna se multiplica y no aparecen alemanes entre el rondo español.
No hay sufrimiento y sí la sensación de que España no marcó tres o cuatro goles por gustarse demasiado. Pudo hacerlo. No lo necesitaba, pero pudo hacerlo. Habría adornado aún más un torneo inenarrable. Después de tanto leer, despierte. El sueño, efectivamente, se ha hecho realidad. La historia más bella jamás contada es real, no es un cuento ni son imágenes en sepia. ¡¡España es campeona!!