Cada vez estoy más orgulloso de ser hincha-fanático del club de mis amores, Vélez Sarfield. No me importa si gana, pierde o empata. No me interesa si juega la final de la Copa Mundial de Clubes o se va al descenso. Ni me fijo quien es el técnico, que jugadores salen a la cancha y mucho menos quien es el presidente que dirige los destinos de la institución. Lo quiero, lo amo, lo adoro por los valores que representa y los que transmite no solo en el fútbol sino en todas sus muy variadas disciplinas.
Vélez venia de una muy mala racha con muchas derrotas y algunos empates y no mostraba señales de juego. Se lo daba por muerto. El campeonato se alejaba y la clasificación para las copas del año próximo cada vez era más difícil. Pero como un ave fénix o mejor dicho a mi manera como Iki de los Caballeros del Zodiaco resurgió de las mismísimas llamas del infierno y me dio una razón más para llevar orgullosamente todos los días un colgante que indica mi afición. El partido se jugo en "nuestra casa", Liniers. Jugábamos contra el ultimo campeón, Lanús(con suplentes porque jugaban entre semana por la Libertadores). Era otra parada complicaba y aun más por la situación. 0-2 en el primer tiempo. Todas esperanzas acabadas. Pero los hinchas de los fortineros somos más que especiales. Los que estaban allí alentaron como si con la derrota salíamos campeones.
El equipo remonto su juego y le mostró el corazón a todos los presentes. Jugaban más con el alma y corazón que con las piernas y mente. Partidazo. 3-2. Los jugadores demostraron que Vélez también es un grande y que la V azulada es más que una V azulada. Completamente orgulloso....
